Historias de la Biblia hebrea
HIJO DE HOMBRE RICO, VENDIDO COMO ESCLAVO

Historia 15 – Génesis 37:1-36
Después que Jacob regresó a la tierra de Canaán con sus once hijos, nació otro hijo, el segundo de su amada esposa Raquel. ¿Recuerdas que Jacob tuvo que trabajar mucho tiempo para casarse con Raquel? Esto lo vimos en la historia trece. Raquel murió dando a luz a su segundo hijo, esto hizo que Jacob se llenara de dolor y pena. (Hoy todavía se puede ver el lugar donde sepultaron a Raquel, está en medio de Jerusalén y Belén). Jacob le llamó a su segundo hijo de Raquel, Benjamín, y con él Jacob tenía doce hijos. La mayoría de ellos ya eran adultos, pero José era un muchacho de diecisiete años y Benjamín tan solo un bebé.

Jacob amaba a José más que a sus otros hijos, y le dio una túnica de muchos colores brillantes. Eso daba a entender que José era su favorito, lo cual hizo que el resto de los hijos se encelaran. La envidia llevaba a los hermanos a que le hicieran cosas malas a José, con el conocimiento de Jacob, mas José siempre actuó bien con ellos. Los hermanos llegaron a odiar a José no solamente por eso, sino que también por dos sueños extraños que José tuvo. José les contó sus sueños: “Resulta que estábamos en el campo atando gavillas. De pronto, mi gavilla se levantó, y las gavillas de ustedes se juntaron alrededor de la mía, ¡y se inclinaron ante ella!” Sus hermanos replicaron: “¿De veras crees que vas a reinar sobre nosotros, y que vas a someternos?” Después José tuvo otro sueño y se lo contó a sus hermanos: “¡El sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí!” Y su padre lo reprendió: “¿Qué clase de sueño es ese? ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo llegaremos a postrarnos delante de ti?” Sus hermanos lo odiaban aún más y no le hablaban bien; pero esos sueños se quedaron en la mente de su padre.

En cierta ocasión, los hermanos de José se fueron a Siquén para apacentar los rebaños, como a ochenta kilómetros de Hebrón donde estaba el campamento. Jacob le dijo a José: “Tus hermanos están en Siquén con las ovejas. Vete a ver cómo están ellos y el rebaño, y tráeme noticias frescas”. Ese era un encargo muy grande para José siendo tan joven. Tendría que viajar él solo por ochenta kilómetros de ida y ochenta de venida. José era un muchacho que podía cuidarse solo y al que podían confiar. Y así, José emprendió su viaje, pasó por la parte norte de las montañas, por Belén, Jerusalén y Betel. (La ciudad de Jerusalén es la única que se puede asegurar que estaba construida en ese tiempo).

Cuando José llegó a Siquén no pudo encontrar a sus hermanos porque habían llevado al rebaño a otro lugar. Un hombre encontró a José en el campo y le preguntó: “¿Qué andas buscando?” José le contestó: “Ando buscando a mis hermanos, los hijos de Jacob, ¿usted sabe dónde están?”. El hombre le dijo: “Se han marchado de aquí, les oí decir que iban a Dotán”. José siguió su camino veinticinco kilómetros más en las colinas a Dotán.

Sus hermanos lo reconocieron desde lejos por su túnica de brillantes colores que traía; y uno de ellos dijo: “¡Mira allí viene el soñador! Vamos a matarlo y echarlo en una de estas cisternas, y diremos que lo devotó un animal salvaje. ¡Y a ver en qué terminan sus sueños!” Uno de los hermanos, Rubén, no le tenía tanta apatía a José y no quería hacerle daño, pero tampoco quería ir en contra de los demás, así que dijo: “No lo maten, arrójenlo en la cisterna en el desierto, déjenlo morir allí solo”. La intención de Rubén era rescatar a su hermano y devolverlo a su padre, pero se fue a otro lugar en el campo. Allí los demás se sentaron a comer en lo que José estaba en la cisterna. En eso, al levantar la vista, vieron una caravana que venía de Galaad. Sus camellos estaban cargados de perfumes, bálsamo y mirra que llevaban a Egipto. Entonces Judá, otro de los hermanos, dijo; “¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano y ocultar su muerte? En vez de matarlo, vendámoslo a esos señores; al fin de cuentas, es nuestro propio hermano”. Así que los hermanos estuvieron de acuerdo. Entonces, cuando se acercó la caravana, los hermanos de José lo sacaron de la cisterna y lo vendieron por veinte monedas de plata. Y los mercaderes se lo llevaron a Egipto.

Tiempo después, Rubén regresó a la cisterna para sacar a José. Cuando descubrió que José no estaba allí, se disgustó mucho. Luego regresó a donde estaban sus hermanos y dijo lamentándose: “¡El muchacho no está allí! ¿Qué voy a hacer ahora?” Entonces los hermanos le explicaron lo que habían hecho con él, y todos en acuerdo decidieron mentirle a su padre. Mataron un cabrito y mojaron la túnica de José con la sangre. Luego le llevaron la hermosa túnica a su padre y dijeron: “Mira lo que encontramos, esta túnica, ¿no es la de tu hijo?” Su padre la reconoció de inmediato y dijo: “Sí, es la túnica de mi hijo. Seguro que algún animal salvaje se lo comió. ¡Sin duda despedazó a José!” Toda la familia intentó consolarlo, pero él no quiso ser consolado. Jacob dijo: “¡Me iré a la tumba llorando la muerte de mi hijo!” Así que el pobre viejo se llenó de lamento por su hijo José; mientras todo ese tiempo, los hermanos sabían que José estaba vivo, y se negaron a decirle a su padre de la crueldad que le habían hecho al muchachito.