El camino a casa
PABLO EN CORINTO

Historia 12 – Hechos 18:1-22
Pablo viajó de Atenas a Corinto, esta era otra ciudad en Grecia. Se encontraba solo porque sus compañeros de labor, Silas y Timoteo todavía no habían regresado de Tesalónica. Pablo conoció en Corinto a dos personas que se convertirían en sus buenos amigos. Ellos eran Aquila y su esposa Priscila los cuales recientemente habían llegado de Roma a Corinto. A cada judío se le enseñaba un oficio, el de Pablo era hacer tiendas de campaña. Ocurrió que Aquila y Priscila también hacían tiendas de campaña, así que Pablo vivía con ellos y trabajaban juntos. Todos los sábados, Pablo predicaba de Cristo en la sinagoga tratando de persuadir a judíos y a gentiles, los cuales se reunían juntos para adorar a Dios. Algunos creyeron en lo que Pablo decía, otros lo negaban y lo contradecían. Después de un tiempo, Timoteo y Silas llegaron de Tesalónica para reunirse con Pablo. Con ellos trajeron muchas preguntas que los creyentes en la iglesia de Tesalónica tenían. Para contestar todas estas preguntas, Pablo les escribió dos cartas las cuales están en el Nuevo Testamento: Primera Carta a los Tesalonicenses y Segunda Carta a los Tesalonicenses. Estas dos cartas son de las primeras escrituras que Pablo hizo y se han guardado a través del tiempo. No se sabe si Pablo escribió antes otras cartas a otras iglesias.

Pablo tenía con él a Silas, Timoteo, Aquila y Priscila, ya no estaba solo, esto le dio aún más fuerzas y ánimo para seguir predicándoles a los judíos que Jesús era el Cristo de Dios. Cuando los judíos no le hicieron caso a lo que predicaba, este se sacudió la ropa en señal de protesta y les dijo: “¡Caiga la sangre de ustedes sobre su propia cabeza! Estoy libre de responsabilidad. De ahora en adelante me dirigiré a los gentiles.” Entonces Pablo salió de la sinagoga y se fue a la casa de un hombre gentil llamado Ticio Justo, que adoraba a Dios y vivía al lado de la sinagoga. Pablo empezó una iglesia en esa casa y predicó a judíos como a gentiles. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia. También creyeron y fueron bautizados muchos de los corintios que oyeron a Pablo, los cuales no era judíos sino gentiles que adoraban a ídolos.

Una noche el Señor le dijo a Pablo en una visión: “No tengas miedo; sigue hablando y no te calles, pues estoy contigo. Aunque te ataquen, no voy a dejar que nadie te haga daño, porque tengo mucha gente en esta ciudad.” Así que Pablo se quedó allí por año y medio, enseñando entre el pueblo la palabra de Dios. Tiempo después una multitud de judíos atacaron a Pablo y lo llevaron al tribunal del gobernador romano de Grecia, diciendo: “Este hombre anda persuadiendo a la gente a adorar a Dios de una manera que va en contra de nuestra ley”. Pablo ya iba a defenderse cuando Galión les dijo: “Si ustedes los judíos estuvieran haciendo una demanda sobre algún delito o algún crimen grave, sería razonable que los escuchara. Pero como se trata de cuestiones de palabras, de nombres y de su propia ley, arréglense entre ustedes. No quiero ser juez de tales cosas”. Así que mandó que los sacaran del tribunal. Entonces se abalanzaron todos sobre Sostenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon delante del tribunal. Pero Galión no le dio ninguna importancia al asunto. Pablo pasó un tiempo en Corinto, después zarpó a través del Mar Egeo a Éfeso, la cual era una ciudad grande en Asia Menor. Con la compañía de sus amigos Priscila y Aquila, Pablo fue a la sinagoga en Éfeso y predicó el evangelio de Cristo a los judíos.

Se quedó por corto tiempo allí, aunque ellos le pidieron que se quedara más tiempo con ellos, él les dijo: “Por ahora tengo que irme, pero si Dios quiere, yo volveré.” Y zarpó de Éfeso donde Aquila y Priscila se quedaron. Cuando desembarcó en Cesarea, la tierra de Judea, subió a Jerusalén para saludar a la iglesia y luego bajó a Antioquía, la ciudad donde había comenzado su viaje. Este fue el final del segundo viaje misionero de Pablo a los gentiles.