Historias de la Biblia hebrea
LA LLUVIA DE FUEGO QUE CAYÓ EN LA CIUDAD

Historia 8 – Génesis 18:1-19:30
Un día, Abraham, (este era su nuevo nombre), estaba sentado a la entrada de su carpa, vio a tres hombres que se le acercaban, pero no eran hombres comunes, eran ángeles y uno de ellos era el Señor mismo. Cuando los vio, corrió desde la entrada de la carpa a saludarlos. Inclinándose hasta el suelo, dijo: “No se pasen de largo. Haré que les traigan un poco de agua para que se laven los pies, y luego podrán descansar bajo el árbol”. La persona que era el Señor en forma de hombre, y sus dos compañeros se sentaron con Abraham. Sara les atendió y les hizo de comer. Luego el Señor habló con Abraham y le dijo que dentro de muy poco tiempo Dios le daría un hijo a Sara. Se llamaría Isaac, el cual en el idioma que Abraham hablaba significa “risa”, porque Sara se rio cuando oyó esto. Luego los visitantes se levantaron y se fueron en dirección a Sodoma. Pero el Señor se quedó con Abram y estaba pensando: “¿Le ocultaré a Abraham lo que estoy por hacer? Es un hecho que Abraham se convertirá en una nación grande y poderosa, y en él serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Yo lo he escogido para que instruya a sus hijos y a su familia, a fin de que se mantengan en el camino del Señor. Le diré lo que estoy por hacer. Bajaré a Sodoma y Gomorra para ver si realmente sus acciones son tan malas como el clamor contra ellas me lo indica”.

Abraham sabía lo malvada que Sodoma era, y temía que Dios fuera a destruirla, así que Abraham le dijo al Señor: “¿De veras vas a destruir al justo junto con el malvado? Quizá haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Acabarás con todos, y no perdonaras a ese lugar por amor a los cincuenta justos que allí hay? Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?” El Señor respondió: “Si encuentro cincuenta justos en Sodoma, por ellos perdonare a toda la ciudad”. Abraham le dijo: “Reconozco que he sido muy atrevido al dirigirme a mi Señor, yo, que apenas soy polvo de ceniza. Pero tal vez falten cinco justos para completar los cincuenta. ¿Destruirás a toda la ciudad si faltan esos cinco?” –Si encuentro cuarenta y cinco justos no la destruiré –respondió el Señor. Abraham volvió a insistir: “No se enoje mi Señor, pero permítame seguir hablando. Tal vez se encuentren sólo treinta”. –No lo haré si encuentro allí a esos treinta –contestó el Señor. Abraham siguió insistiendo: “Sé que he sido muy atrevido en hablarle así a mi Señor, pero tal vez se encuentren sólo veinte”. –Por esos veinte no la destruiré. Abraham volvió a decir: “No se enoje mi Señor, pero permítame hablar una vez más. Tal vez se encuentren sólo diez”. –Aun por esos diez no la destruiré –respondió el Señor por última vez. Y Abraham no dijo nada, y el Señor en forma de hombre fue directamente hacia Sodoma; Abraham se regresó a su carpa.

¿Recuerdas al sobrino de Abraham, Lot? Se regresó a vivir a Sodoma aunque sabía lo corrupta que la ciudad era. ¿Recuerdas también cómo Abraham lo rescató cuando Sodoma fue derrotada en batalla y se lo habían llevado como prisionero? Cuando los tres ángeles fueron a ver a Abraham en su campamento, Lot se encontraba viviendo en Sodoma. Dos de los ángeles fueron en busca de Lot, él era en único hombre bueno de la ciudad. Lot recibió a los ángeles, (que parecían como hombres), los invitó a su casa, los trató amablemente y los invitó a comer. Tan pronto como los hombres de Sodoma supieron que Lot tenía compañía, fueron a su casa y exigían que Lot sacara a los dos hombres a la calle. Los hombres de Sodoma eran tan perversos que quería hacerles daño a los visitantes. Querían tirar la puerta de la casa de Lot y esto lo asustó. Pero sus esfuerzos fueron en vanos, los dos visitantes dejaron ciegos a los hombres malvados, de modo que ya no podían encontrar la puerta.

Luego le advirtieron a Lot: – ¿Tienes otros familiares aquí? Saca de esta ciudad a tus yernos, hijos, hijas, y a todos los que te pertenezcan, porque vamos a destruirla; este lugar es muy corrupto. Lot salió para hablar con sus futuros yernos. – ¡Apúrense! ¡Abandonen la ciudad, porque el Señor está por destruirla! Pero ellos creían que Lot estaba bromeando, y se echaron a reír. Al amanecer los ángeles insistieron con Lot y exclamaron: – ¡Apúrate! Levanta a tu esposa y a tus dos hijas que están aquí, para que no perezcan cuando la ciudad sea castigada. Como Lot titubeaba, los hombres lo tomaron de la mano, lo mismo que a su esposa y a sus dos hijas, y los sacaron de la ciudad, porque el Señor les tuvo compasión. Cuando ya los habían sacado de la ciudad, uno de los ángeles le dijo: “¡Escápate! No mires hacia atrás, ni te detengas en ninguna parte del valle. Huye hacia las montañas, no sea que perezcas. – ¡No, señor mío, por favor! No puedo subir a las montañas. Cerca de aquí hay una ciudad pequeña, en la que podría refugiarme. ¿Por qué no dejan que me escape hacia allá? Es una ciudad muy pequeña y en ella me pondré a salvo. – Está bien, así será, no destruiré la ciudad de que hablas. Y así, Lot se fue tan rápido como pudo. Esa ciudad recibió el nombre de Zoar, (en el idioma de ese tiempo significa “pequeño”).

Lot llegó a Zoar cuando estaba amaneciendo, y en cuanto todos estaban a salvo, el Señor hizo que cayeran del cielo una lluvia de fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra. Así destruyó a todas las ciudades y a todos sus habitantes, junto con toda la llanura y la vegetación del suelo. Pero la esposa de Lot miró hacia atrás, y se quedó convertida en estatua de sal. Lot y sus dos hijas escaparon, pero por miedo de quedarse en Zoar se fueron hacia la región montañosa. Allí encontró una cueva, y vivió con sus dos hijas.

Así que Lot perdió a su esposa y todos sus bienes, porque decidió hacer su hogar entre la gente malvada de Sodoma. Y Abraham miró hacia la llanura desde la montaña, y vio el humo que subía como de un gran horno. Ese fue el fin de las ciudades en la llanura, Sodoma y Gomorra, junto con las demás. Pero Zoar fue la única que sobrevivió.