Historias de la Biblia hebrea
DE LA PRISION AL PALACIO
Historia 16 – Génesis 39:1-41:44
Los hombres que compraron a José se llamaban los ismaelitas, porque pertenecían a la familia de Ismael. Si recuerdas él era el hijo de Agar, la sierva de Sara. Los ismaelitas se llevaron a José hacia el sur al costado del Gran Mar por el oeste de Canaán, y después de un largo viaje llegaron a Egipto. ¡Qué extraño ha deber sido para el joven José, el cual toda su vida había vivido en el campamento con su familia, y por primera vez en su vida veía una ciudad tan grande con pirámides, estatuas, templos y el gran río Nilo!
Los ismaelitas vendieron a José como esclavo a Potifar, capitán de la guardia del faraón, rey de Egipto. José era un joven muy apuesto, bien fornido y de buena voluntad. José hacía su trabajo tan bien, que pasado ya un tiempo, su amo Potifar lo puso a cargo de toda su casa y de todas sus posesiones. Por algunos años José era solamente esclavo en nombre, pero en realidad, él estaba a cargo de sus propios negocios y también estaba a cargo de otros sirvientes.
Al principio, la esposa de Potifar era muy amigable con José, pero después se convirtió en su enemiga porque José se negaba a pecar para complacerla. La esposa le dijo a Potifar que José le había hecho una maldad, él le creyó y se enfureció con José. Entonces agarró a José y lo metió a la cárcel donde estaban los presos del rey. Ha de ver sido muy duro para José el tener que pagar por un crimen que nunca cometió, sin embargo, ¡estaba junto con los que habían cometido crímenes muy graves! Pero el Señor estaba con José en la cárcel y le mostró su fiel amor. Poco después, el director de la cárcel puso a José a cargo de los demás presos y de todo lo que ocurría en la cárcel, de la misma manera que Potifar lo había hecho en su casa. El encargado no tenía qué preocuparse, porque sabía que José estaba haciendo su trabajo debidamente. El Señor estaba con él y lo prosperaba en todo lo que hacía, y José hacía lo correcto y servía a Dios.
Pasado un tiempo, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos ofendieron al faraón. Éste se enojó y los puso en la cárcel donde estaba José. Una mañana, José entró a la prisión y vio que el copero y el panadero estaban muy tristes. José quería animarlos porque él era una persona alegre y le gustaba animar a otros, hasta en la misma cárcel. Les preguntó: “¿Por qué están tristes?” Uno de ellos le respondió: “Anoche los dos tuvimos sueños muy raros, y no hay quién pueda decirnos lo que significan”. (En los tiempos de José, antes que Dios nos diera la Biblia, le hablaba a la gente por medio de sueños. Había hombres magos y sabios que a veces podían interpretar los sueños).
–La interpretación de los sueños es asunto de Dios. Vamos, cuéntenme lo que soñaron–, dijo José. Entonces el jefe de los coperos fue el primero en contarle su sueño. Le dijo: –En mi sueño, vi una vid delante de mí. La vid tenía tres ramas, las cuales comenzaron a brotar y a florecer y, en poco tiempo, produjo racimos de uvas madura. Yo tenía la copa del faraón en mi mano, entonces tomé un racimo de uvas y exprimí el jugo en la copa. Después puse la copa en la mano del faraón. – El sueño significa lo siguiente –dijo José–: las tres ramas representan tres días; dentro de tres días, el faraón te levantará y te pondrá nuevamente en tu puesto como jefe de sus coperos. Te pido que te acuerdes de mí y me hagas un favor cuando las cosas te vayan bien, trata de sacarme de aquí. Pues me trajeron secuestrado desde la tierra de Canaán. ¡Ahora estoy aquí en la cárcel aunque no hice nada para merecerlo! Háblale de mí al faraón, para que me saque de aquí –. Como es de suponerse, el copero estaba muy feliz por el significado tan bueno de su sueño, que el panadero se animó a preguntarle su significado con esperanzas de tener el mismo resultado.
–Yo también tuve un sueño. En mi sueño, había tres canastas de pasteles blancos sobre mi cabeza. En la canasta de arriba había todo tipo de pasteles para el faraón, pero llegaron las aves y se los comieron de la canasta que estaba sobre mi cabeza–. José le respondió: “Las tres canastas también representan tres días. En tres días, el faraón mandará que te decapiten y te cuelguen de un árbol, luego las aves llegarán y picotearán tu carne”. Tres días después el faraón mandó a sacar a los dos hombres. Al jefe de los panaderos mandó que lo ahorcaran y las aves se comieron su carne. Sin embargo, al jefe de los coperos le dio su cargo anterior, para que volviera a entregar al faraón su copa. Se pensaría que el copero iba a recordar a José por haberle dado esperanza de su libertad y su sabiduría, pero estaba tan contento que se le olvidó por completo. Dos años después, José estaba todavía en prisión, ya tenía treinta años.
Una noche, el faraón tuvo un sueño muy raro, al día siguiente mandó que trajeran a los magos y hombres sabios para que le dijeran el significado de su sueño, pero ninguno pudo decirle lo que significaba. El rey estaba muy preocupado, porque sabía que el sueño tenía un significado muy importante, pero nadie podía ayudarlo. Finalmente el jefe de los coperos del rey se acordó del muchacho en la prisión que le ayudó con el significado de su sueño, y dijo: “Hace un tiempo, usted se enojó con el jefe de los panaderos y conmigo, y nos encarceló. Una noche, el jefe de los panaderos y yo tuvimos cada uno un sueño. Con nosotros en la cárcel había un joven hebreo de la tierra de Canaán, que era esclavo del capitán de la guardia. Él nos dijo el significado de cada sueño, y todo sucedió tal como él lo había predicho. Si el joven todavía se encuentra en la prisión, yo pienso que él podría ayudarle a usted”.
Hay que notar que el copero se refirió a José como un joven hebreo, la gente de Israel a la cual José pertenecía, se les conocía como hebreos o israelitas. La palabra hebreo significa “el que atravesó”. Se les dio el nombre de israelitas, porque el padre Abraham había venido de la tierra del otro lado del río Éufrates, y habían cruzado el río a la tierra de Canaán.
El faraón mandó llamar a José de inmediato, y enseguida lo trajeron de la cárcel. Después de afeitarse y cambiarse de ropa, José se presentó ante el faraón. Entonces el faraón le dijo: “Anoche tuve un sueño, y nadie aquí puede decirme lo que significa; pero me enteré de que cuando tú oyes un sueño puedes interpretarlo”. José respondió: –No está en mis manos el poder para hacerlo, pero Dios puede decirle lo que su sueño significa y darle tranquilidad. ¿Cuál es el sueño que usted ha soñado?– Entonces el faraón le dijo: “En mi primer sueño, yo estaba de pie a la orilla del río Nilo y vi siete vacas gordas y sanas que salían del río y comenzaban a pastar entre los juncos. Luego vi siete vacas flacas y raquíticas que se veían enfermas y salían después de las primeras. Jamás había visto unos animales tan lamentables en toda la tierra de Egipto. Entonces esas vacas flacas se comieron a las siete vacas gordas. Pero nadie lo hubiera creído, ¡porque después seguían siendo tan flacas y raquíticas como antes! Luego me desperté. Al rato volví a dormirme y tuve otro sueño. Vi a siete espigas llenas de grano, robustas y hermosas, que crecían de un solo tallo. Después aparecieron otras siete espigas de grano, pero estaban infestadas, resecas y marchitadas por el viento oriental. Entonces las espigas secas se tragaron a las siete robustas. Les conté esos sueños a los magos, pero ninguno pudo decirme lo que significan. ¿Podrías decirme qué significan?”
José respondió: –Ambos sueños del faraón significan lo mismo. Dios le da a conocer de antemano al faraón lo que está por hacer. Las siete vacas sanas y las siete espigas robustas representan siete años de prosperidad. Las siete vacas flacas y raquíticas que salieron después, y las siete espigas resecas y marchitas por el viento representan siete años de hambre. Los próximos siete años serán un período de gran prosperidad en toda la tierra de Egipto, pero después llegarán siete años de hambre tan intensa que hará olvidar toda esa prosperidad de Egipto. El hambre destruirá la tierra. El hambre será tan grave que borrará hasta el recuerdo de los años buenos. Por lo tanto, el faraón debería encontrar a un hombre inteligente y sabio, y ponerlo a cargo de toda la tierra de Egipto. Después el faraón debería nombrar supervisores de la tierra, a fin de que almacenen una quinta parte de las cosechas durante los siete años buenos. Si usted hace esto, habrá suficiente para comer cuando lleguen los años de hambre, así nadie sufrirá y todos tendrán suficiente comida.
El faraón le respondió a José: “Como Dios te ha revelado el significado de todo esto, es obvio que no hay nadie más sabio e inteligente que tú. Quedarás a cargo de mi palacio, y toda mi gente recibirá órdenes de ti. Solo yo, sentado en mi trono, tendré un rango superior al tuyo”. Luego el faraón se quitó de su mano el anillo con su sello oficial y lo puso en el dedo de José; lo vistió con ropas de lino de la mejor calidad y le puso un collar de oro. Después hizo que José subiera al carro de guerra reservado para su segundo en autoridad, y dondequiera que iba José, se gritaba la orden: “¡Arrodíllense!” Así que el faraón puso a José a cargo de todo Egipto.
De ese modo, el joven esclavo que había quedado en prisión, sin merecerlo, salió y pasó a ser el príncipe y amo de toda la tierra. ¿No es maravilloso, nuestro Padre Celestial nunca olvida? Dios nunca olvidó a José aunque en muchas ocasiones parecía que Dios lo había abandonado en su sufrimiento.