Historias de la Biblia hebrea
DE LA TIERRRA DE CARESTÍA A LA TIERRA DE PLENITUD

Historia 19 – Génesis 45:25-50:26
Los once hermanos de José fueron de regreso a casa a darle las buenas noticias a su padre que José estaba vivo y que era el gobernador de la tierra. La noticia era tan buena que Jacob no podía creerlo, pero cuando vio los carros que había enviado para llevarlo, su alma se reanimó y dijo: “¡Debe ser verdad! ¡Mi hijo José está vivo! Tengo que ir a verlo antes de morir”. Entonces Jacob emprendió el viaje a Egipto con todas sus posesiones, y cuando llegó a Berseba, ofreció un sacrificio al Dios de su padre Isaac y Abraham. Durante la noche, Dios le habló en una visión: “¡Jacob! ¡Jacob”! , lo llamó. –Aquí estoy – respondió Jacob. “Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No tengas temor de descender a Egipto, yo iré contigo y podrás ver a tu hijo José; porque allí haré de tu familia una gran nación y los traeré de regreso a esta tierra”.

En total fueron setenta entre hijos y nietos que bajaron a Egipto. José viajó en su carro de guerra para recibir a su padre. Cuando José llegó, corrió a los brazos de su padre y lloró. Y Jacob le dijo: “Ahora estoy listo para morir porque he vuelto a ver tu rostro y sé que aún vives”. Y José llevó a su padre para presentárselo al faraón, el rey; y Jacob siendo un hombre anciano bendijo al rey. José les dio a sus hermanos la tierra rica de Gosén que estaba al este y en medio tenía el río Nilo. Durante cinco años más, no había cosechas en la tierra de Gosén debido a la sequía que había en el país. Así que la gente de Israel a lo igual que los Egipcios, sobrevivieron del grano de las bodegas que José había almacenado.

Jacob vivió por ciento cuarenta y siete años, y antes que muriera bendijo a todos sus hijos y les dijo: “Cuando muera, lleven mi cuerpo a la tierra de Canaán y entiérrenme allí en la cueva de Hebrón con Abraham y mi padre Isaac”. José trajo a sus dos hijos, Efraín y Manasés para que vieran a su padre Jacob. Jacob estaba en cama y su vista era muy débil como lo había sido la de su padre Isaac. Entonces Jacob miró a los dos muchachos y preguntó: “¿Son estoy tus hijos?” Y José le respondió: “Sí, estos son los hijos que Dios me ha dado aquí en Egipto”. Y Jacob dijo: “Acércalos más a mí, para que pueda bendecirlos antes que yo muera”. Entonces José le acercó a los muchachos, y Jacob los besó y los abrazó. Jacob le dijo a José: “Nunca pensé que volvería a ver tu rostro, ¡pero ahora Dios me ha permitido ver también a tus hijos! Jacob puso su mano derecha en la cabeza de Efraín, el hijo menor de José, y la mano izquierda la puso en la cabeza de Manasés, el hijo mayor. José trató de cambiar las manos, pero Jacob se negó a hacerlo. Jacob le dijo: “Hijo mío, yo sé lo que estoy haciendo. Manasés también llegará a ser un gran pueblo, pero su hermano menor será aún más grande y de su descendencia se formará una multitud de naciones”. Y en efecto así pasó, años después la tribu de Efraín, el hijo menor, se convirtió en una tribu más poderosa que la de Manasés, el hijo mayor.

Cuando Jacob murió, le hicieron un gran funeral. Llevaron su cuerpo de Egipto a la tierra de Canaán, y allí lo enterraron en la cueva de Macpela donde Abraham e Isaac estaban enterrados también. Cuando los hijos de Jacob regresaron a Egipto después del funeral de su padre, se dijeron entre ellos mismos: “Ahora que nuestro padre ya está muerto, José mostrará todo su enojo y se vengará por todo el mal que le hicimos hace muchos años”. Entonces enviaron un mensaje a José rogándole que los perdonara en memoria de su padre. Se arrojaron al suelo delante de él y dijeron: “¡Somos tus esclavos, ten misericordia!” José lloró cuando escuchó esto y les dijo: “No me tengan miedo. ¿Acaso soy Dios para castigarlos? Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. No tengan miedo, yo seguiré cuidando de ustedes y de sus hijos”.

José vivió hasta los ciento diez años de edad, pero antes de morir les dijo a sus hijos y a los hijos de Israel, (los cuales habían crecido en gran número): “Yo pronto moriré, pero ciertamente Dios los ayudará y los sacará de esta tierra de Egipto. Él los hará volver a la tierra que solemnemente prometió dar a Abraham, a Isaac y a Jacob. Cuando yo muera, no me entierren en Egipto, guarden mi cuerpo y cuando Dios venga a llevárselos de regreso, llévense mis huesos con ustedes”. José murió y los egipcios lo embalsamaron, y pusieron su cuerpo en un ataúd en Egipto. José mostró su fe en Dios y su promesa de regresar a su gente a la tierra de Canaán, y también alentó a las generaciones venideras.

Años después, el escritor del libro de Hebreos en el Nuevo Testamento, escribiría: “Fue por fe que José, cuando iba a morir, declaró con confianza que el pueblo de Israel saldría de Egipto, Incluso les mandó que se llevaran sus huesos cuando ellos salieran”. (11:22)