Historias de la Biblia hebrea
LO QUE UN HOMBRE SABIO APRENDIÓ DE UN BURRO
Historia 33 – Números 22:2-25:18; 31:1-9
Cuando los israelitas terminaron su recorrido alrededor de la tierra de Edom, acamparon junto al río Jordán, casi al norte del Mar Muerto. No se quedaron allí por mucho tiempo ya que la tarea para Moisés de llevarlos a la tierra prometida iba a tomar mucho tiempo. Ya habían ganado una batalla contra los amorreos en Yahaza, habían terminado con el rey de los amorreos y conquistado su tierra. De nuevo, Moisés mandó a su ejército al norte a una región llamada Basán. Og, rey de Basán el cual era uno de los gigantes, salió con su ejército para hacerles frente. Los israelitas lo tomaron y se apoderaron de su territorio. Con esto los israelitas se convirtieron líderes de toda la tierra del este del río Jordán y del norte del Arnón.
Los moabitas vivían al sur del río Arnón al este del Mar Muerto. Ellos eran descendientes de Lot, el sobrino de Abraham. ¿Te acuerdas de Lot de una de nuestras primeras historias? Desde la historia de Lot, habían pasado quinientos años y su descendencia era los moabitas, así como los descendientes de Jacob eran los israelitas. Los moabitas estaban llenos de miedo cuando se dieron cuenta que los israelitas marchaban por su tierra conquistando ciudades muy cerca de ellos. El rey de los moabitas, Balac, planeaba cómo poder ahuyentarlos de su tierra.
En ese entonces había un hombre llamado Balán, él vivía al este cerca del río Éufrates. Balán eran un profeta bien conocido y mensajero de Dios, como Moisés. Dios se comunicaba con él y él podía oír la voz de Dios. La gente creía en sus profecías, pero no sabían que Balán sólo podía hablar lo que Dios le decía que hablara. Balac, el rey de los moabitas mandó a unos hombres a la orilla de río a ver a Balán, y le llevaron regalos diciéndole: “Hay un pueblo que salió de Egipto, y que ahora cubre toda la tierra y ha venido a asentarse cerca de mí. Te ruego que vengas y maldigas por mí a este pueblo, porque es más poderoso que yo. Yo sé que a quien tú bendices en el nombre de tu Dios, queda bendito, y a quien tú maldices, queda maldito”. Los hombres de Moab le trajeron este mensaje y le prometieron una gran recompensa si él podía ir con ellos. Y Balán les contestó: “Pasen la noche aquí, yo voy a ir a preguntarle a Dios y a ver qué me dice”. Esa noche, Dios se le apareció a Balán, y le dijo: “¿Quiénes son estos hombres que se alojan contigo?” El Señor sabía quién eran ellos y lo que querían, Dios sabe todas las cosas. Pero quería que Balán le dijera. Y Balán dijo: “Son los mensajeros que envió Balac, rey de Moab. Quiere que vaya a maldecir a un pueblo que salió de Egipto”. Pero Dios le dijo: “No irás con ellos, ni pronunciarás ninguna maldición sobre los israelitas, porque son un pueblo bendito”. Así que al siguiente día Balán les dijo: “Regresen a su tierra, el Señor no quiere que vaya con ustedes”. Cuando sus hombres regresaron al rey Balac con el mensaje de Balán, él pensó que Balac podría venir si le ofrecía más dinero. Esta vez mandó al príncipe de Moab con una cantidad más grande de dinero. Y entonces le dijeron a Balán: “Nuestro rey Balac pide que vayas. No permitas que nada te impida ir a verlo, porque él te recompensará con mucho más y te dará todo lo que tú le pidas. Te ruega que vayas y maldigas a ese pueblo por él”. Pero Balán respondió: “Aun si Balac me diera su palacio lleno de oro y de plata, yo no podría hacer nada, sino hacer sólo lo que el Señor me diga. Ustedes pueden también quedarse aquí esta noche, mientras yo averiguo si el Señor quiere decirme alguna otra cosa”.
Balán sabía muy bien lo que Dios quería que dijera, pero aunque él era un profeta del Señor, también quería ser rico. Deseaba ir con los hombres para que Balac le diera dinero, mas él no se atrevía a ir en contra de lo que Dios le mandaba. Aquella noche Dios se le apareció a Balán y le dijo: “Ya que esos hombres han venido a llamarte, ve con ellos, pero sólo harás lo que yo te ordene”. Esto le pareció bien a Balán, y por la mañana siguiente ensilló su burra, y partió con los hombres de Moab a su tierra en el suroeste. A Dios no le pareció esto ya que Balán sabía que Dios no quería que maldijera a Israel, pero de alguna manera, esperaba ganar algo de dinero del rey Balac. Así que Dios envió su ángel para enseñarle una lección a Balán. El ángel se apareció primero a la burra que llevaba Balán. Cuando la bura vio al ángel del Señor en medio del camino, con la espada desenvainada, se apartó del camino para meterse en el campo. Pero Balán la golpeó para hacerla que volviera al camino, pero Balán no podía ver el ángel. El ángel del Señor se detuvo en un sendero estrecho que estaba entre dos viñas, cuando la burra vio al ángel del Señor, se arrimó contra la pared, con lo que lastimo el pie de Balán. Entonces Balán volvió a pegarle. El ángel se adelantó y se detuvo en un lugar más estrecho, donde ya no había hacia dónde volverse. Cuando la burra vio al ángel del Señor, se echó al suelo con Balán encima. Entonces se encendió la ira y Balán golpeó a la burra con un palo.
Pero el Señor hizo que la burra hablara, y ella le dijo a Balán: “¿Se puede saber qué te he hecho, para que me hayas pegado?” Balán estaba tan enojado que ni se puso a pensar lo extraño que era que la burra le estuviese hablando, y le dijo: “¡Te has venido burlando de mí! Si hubiera tenido una espada en la mano, te habría matado de inmediato”. Y la burra le contestó: “¿Acaso no soy la burra sobe la que siempre has montado, hasta el día de hoy? ¿Alguna vez te hice algo así?” El Señor abrió los ojos de Balán, y éste pudo ver al ángel del Señor en el camino y empuñando la espada. Balán se inclinó entonces y se postró rostro en tierra. El ángel del Señor le dijo: “¿Por qué golpeaste a la burra? ¿No te das cuenta de que vengo dispuesto a no dejarte pasar porque he visto que tus caminos son malos? Cuando la burra me vio, se apartó, de no haber sido por ella, tú estarías ya muerto y ella seguiría con vida”. Entonces Balán dijo: “He pecado, perdóname. No me di cuenta de tu presencia en el camino. Ahora bien, como esto te parece mal. Voy a regresar”.
El Señor sabía que Balán quería ir a encontrarse con el rey, y le dijo: “Ve con ellos, pero limítate a decir sólo lo que yo te mande”. Y Balán se fue con los jefes a Moab, y el rey Balac le dijo: “¿Acaso no te mandé llamar? ¿Crees que no soy capaz de recompensarte? Todo lo que quieras, te lo daré”. Balán le respondió: “He venido porque usted me mandó a llamar. Sólo que no podré decir nada que Dios no ponga en mi boca”.
El rey pensó que Balán usaba el poder que Dios le daba para ganar dinero. Él no entendía que un profeta de Dios habla solamente lo que Dios manda. Así que Balac llevó a Balán a la cima de un monte desde donde podían ver el campamento israelita. Estaban poniendo sus tiendas con el santuario en medio, y encima tenían la nube blanca. Balán dijo: “Haz siete altares en este lugar, y prepáreme siete novillos y siete carneros”. Balac hizo lo que Balán le pidió y estaban allí juntos ofreciendo sacrificio, cuando Balán empezó a hablar lo que Dios y le decía: –El rey de Moab me trajo del este diciendo: “Ven, maldice por mí a Jaboc; ven, desea el mal a Israel”. ¿Pero cómo podré echar maldiciones sobre quien Dios no ha maldecido? ¿Cómo podré desearle el mal a quien el Señor no se lo desea? Desde la cima de las peñas yo veo; desde las colinas lo contemplo; es un pueblo que vive apartado, que no se cuenta entra las naciones. ¿Quién puede calcular la descendencia de Jacob, tan numerosa como el polvo? ¡Sea mi muerte como la del justo! ¡Sea mi fin semejante al suyo!
Entonces Balac le reclamó: “¿Qué has hecho? Te traje para que lanzaras una maldición sobre mis enemigos, ¡y resulta que no has hecho más que bendecirlos!” Pero Balán respondió: “¿Acaso no debo decir lo que el Señor me pide que diga?” Sin embargo, Balac todavía pensaba que Balán podía maldecir a Israel desde otro lugar. Lo llevó a otro sitio desde donde podían ver a Israel y ofrecer nuevamente sacrificios. Dios le dio otra vez un mensaje y Balán le dijo a Balac: –Levántate, Balac, y escucha: Óyeme, Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete, ni lleva a cabo lo que dice? Se me ha ordenado bendecir y si eso es lo que Dios quiere, yo no puedo hacer otra cosa. Los he bendecido y bendecidos serán. El Señor es su rey, y él les dará la victoria. Y Balac dijo: “Si no puedes maldecirlos, entonces no los bendigas, déjalos en paz”. Balán respondió: “¿Acaso no debo decir lo que el Señor me pide que diga?
Balac no estaba satisfecho con eso, así que le dijo a Balán: “Por favor, ven conmigo, que te llevaré a otro lugar”. Y el espíritu de Dios vino sobre Balán, y dijo: – ¡Qué bello es tu campamento, Israel! ¡Cuán hermosas son tus tiendas, Jacob! Dios los sacó de Egipto, y Dios les dará la tierra prometida. Destruirá a tus enemigos; Israel devorará como león. ¡Benditos sean los que te bendigan! ¡Malditos sean los que te maldigan!” Balac, rey de Moab se encendió contra Balán, el profeta: –Te mandé llamar para que echaras una maldición sobre mis enemigos, ¡y estas tres veces no has hecho sino bendecirlos! ¡Más te vale volver a tu tierra! Prometí darte una gran recompensa, pero esa recompensa te la ha negado el Señor.
Balán contestó: –Yo les dije a los mensajeros que me enviaste: “Aun si Balac me diera su palacio lleno de oro y de plata, yo no podría hacer nada bueno ni malo, sino ajustarme al mandamiento del Señor mi Dios. Lo que el Señor me ordene decir, eso diré” Ahora que vuelvo a mi pueblo, voy a advertirte en cuanto a lo que este pueblo hará con tu pueblo en los días que vienen. Una estrella saldrá de Jacob; un rey surgirá en Israel, y una espada pasará de Israel y gobernará a Moab. Todas estas tierras Edom, Moab, Amón y Monte Seir, estarán bajo la tutela de Israel. (Todo esto pasó años mucho más tarde cuando el rey David de Israel, conquistó todos estos territorios).
Balán demostró que aunque le había sido fiel a la palabra de Dios con su boca, su corazón no era sincero, él quería la fortuna que el rey Balac le había ofrecido. El rey estaba planeando otra forma de atacar a Israel o de hacerlos débiles. Balán le dijo que el mejor plan para él era que se hiciera amigos de los israelitas; que se casaran con la gente de Israel para así no tener guerra con ellos. Y los moabitas así lo hicieron, muchos de los hijos de Israel se casaron con las hijas de Moab y empezaron a adorar a sus ídolos de Moab. Esto era peor para los israelitas que hacerles guerra. Si los hijos de Israel empezaban a hacer amistad con los moabitas del este del Mar Muerto, los amonitas cerca del desierto, y los edomitas del sur; muy pronto los israelitas se olvidarían del Señor y empezarían a adorar ídolos.
Había peligro que la gente se desviara y se dieran al pecado, por eso Dios envió una plaga y muchos murieron. Moisés apartó a los hombres de Israel que estaban guiando al pueblo en pecado y los destruyó. Después de esto los israelitas declararon la guerra a Moab y a sus vecinos de Madián, y ganaron la victoria. Mataron a muchos, y en medio de todo esto encontraron a Balán en el campamento de Moab; lo mataron también ya que él había sido la causa que Moab empezó a hacer amistas con Israel. Hubiera sido mejor para Balán si se hubiera quedado en su casa en vez de haber ido a ver al rey Balac, o cuando se encontró con el ángel del Señor. Así hubiera muerto con honor. Él sabía muy bien la voluntad de Dios, pero fue contra ella y así murió con deshonra entre los enemigos del pueblo de Dios.