Historias de la Biblia hebrea
CÓMO JOSUÉ CONQUISTÓ LA TIERRA DE CANAÁN
Historia 39 – Josué 9:1-11:23
Las noticias corrían por todos los territorios de cómo Josué y sus hombres de Israel habían conquistado Jericó y Hai, destruyendo y matando en esas ciudades. Por todas partes las tribus de Canaán se preparaban para pelear con cualquier intruso que quisiera invadir su tierra. Cerca de la región montañosa en medio de Jerusalén y Siquén había cuatro ciudades con habitantes llamados hititas o gabaonitas miembros de la ciudad líder de Gabaón.
El enemigo sabía que no podían vencer a Israel de manera que se rendían a hacer paz sin poner esfuerzo alguno. Estas ciudades se encontraban muy cerca del campamento en Guilgal. En un día podían llegar allí, sin embargo, hombres de estas ciudades fueron a ver a Josué al campamento como si hubiesen viajado por muchos días. Iban vestidos con ropa vieja y tenían sandalias gastadas y remendadas. El pan que llevaban para comer estaba duro y hecho migas. Fueron a Josué y a los ancianos de Israel y les dijeron; “Venimos de un país muy lejano. Hemos oído de las maravillas que han hecho; el largo viaje que hicieron, y de las ciudades que han conquistado al otro lado del río Jordán. Queremos hacer un tratado con ustedes, ofrecerles nuestra amistad y hacer paz con ustedes”. Y Josué les replicó: “¿Quiénes son ustedes y de dónde vienen?” Ellos le respondieron: “Nosotros venimos de un país muy lejano, cuando salimos de nuestra tierra nuestro pan estaba fresco y caliente, pero ahora, ¡mírenlo! Está duro y hecho migas. Estos odres estaban nuevos y repletos de vino, y ahora, tal como pueden ver, están todos rotos. Y nuestra ropa y sandalias están gastadas por el largo viaje.
Josué y los ancianos no le consultaron al Señor, y así llegaron a un acuerdo y se comprometieron a perdonarles la vida, guardar paz con ellos y no destruir sus ciudades. Días más tarde los israelitas se enteraron que en realidad eran sus vecinos y vivían en las cercanías. Al principio se enojaron porque los habían engañado y querían romper el convenio, pero después dijeron: “Guardaremos nuestra promesa que hicimos aunque nos hayan mentido. Les perdonaremos la vida, pero trabajarán para nosotros en el campamento y nos ayudarán en el santuario”. Los gabaonitas estaban contentos de haber salvado sus vidas y de que sus ciudades no hubieran sido destruidas. Se pusieron al servicio de los israelitas, y Josué los hizo en leñadores y aguateros de la asamblea, especialmente del altar del Señor.
La ciudad más grande cerca del campamento de Guilgal era Jerusalén en la zona montañosa. En los tiempos de Abraham como unos quinientos años atrás, el rey Melquisedec había sido un sacerdote del Señor y bendijo a Abraham. Pero, en los tiempos de Josué los habitantes de Jerusalén adoraban ídolos y se había convertido en una nación muy perversa. Cuando el rey de Jerusalén supo que los gabaonitas, los cuales vivían cerca del él, habían hecho un tratado de ayuda mutua con los israelitas, les dijo a los reyes de Hebrón y Laquis y otros: “Únanse a mí y conquistemos a Gabaón, porque ha hecho un tratado de ayuda mutua con Josué y nuestros enemigos, los israelitas”. Los gabaonitas, por su parte, enviaron este mensaje a Josué: “No abandone usted a estos siervos suyos. ¡Venga de inmediato y sálvenos! El rey de Jerusalén está en camino con un gran ejército para matarnos a todos y destruir nuestras ciudades. ¡Venga pronto!”
Josué era un hombre que no le gustaba perder tiempo, así que rápidamente llamó su ejército y se pusieron en marcha hacia las montañas. Se encontró con los cinco reyes y sus ejércitos en Bet Jorón. Allí pelearon y Josué dirigió a sus hombres contra los cananeos. Ni les dio tiempo de alinear a sus hombres porque Josué los atacó por sorpresa, esto los hizo confundirse, y así huyeron de los hombres de Israel. Y el Señor ayudó a su gente enviándoles a los cananeos una tormenta de granizo; quizá más gente murió del granizo que de haber estado en la batalla. En una canción antigua dice que Josué les dijo a sus hombres: “Sol, deténte en Gabaón, luna, párate sobre Ayalón. El sol se detuvo y la luna se paró, hasta que Israel se vengó de sus adversarios”.
En efecto, el sol se detuvo en el cenit y no se movió de allí por casi un día entero. Nunca antes ni después ha habido un día como aquél. No cabe duda de que el Señor estaba peleando por Israel. Si Canaán hubiera ganado la batalla, entonces la Biblia nunca se hubiera escrito, no hubieran adorado al Dios verdadero, y el mundo hubiera adorado ídolos. La batalla fue por la salvación de todo el mundo así como para Israel. Ha habido muchas otras batallas con más soldados y donde más hombres mueren, en comparación a la batalla en Bet Jorón, pero esta batalla ha tenido un impacto duradero a través del tiempo.
Después de la victoria, Josué siguió a los enemigos y muchos más murieron hasta que sus ejércitos se acabaron por completo. Los cinco reyes que habían estado contra Josué, fueron encontrados escondidos en una cueva; después los trajeron a justicia para que así ya no dieran más problemas. Con esta victoria, toda la parte del sur de la tierra de Canaán ya era de los israelitas. Otras batallas menores ocurrieron después de todo esto.
Ahora, era tiempo de ir al norte, y Josué dirigió su ejército en marcha contra unos reyes que se habían unido para palear en contra de los israelitas. Así como les cayó a los cinco reyes en Bet Jorón, así les cayó a estos reyes en un río al norte de Canaán llamado “las aguas del Merón”, donde tuvieron otra victoria. Después de esta batalla, les fue fácil conquistar el resto de la tierra. Todas las tribus de Canaán fueron sometidas a los israelitas, hasta que toda la región montañosa estaba bajo el control de Josué.
En la conquista de Canaán hubo seis gran marchas y tres batallas. Tres en la tierra al este del Jordán, en el tiempo de Moisés: la victoria sobre los amarritas, medianitas y Basán al noroeste. Y bajo Josué al noroeste del Jordán: Jericó, Bet Jorón y el Río Merón. Aun así, con todas estas marchas y victorias, les tomó un buen tiempo a los israelitas para que tomaran posesión de toda la tierra.