Historias de la Biblia hebrea
EL ÍDOLO TIRADO FRENTE AL ARCA

Historia 51 – I Samuel 4:1-7:1
Fue bajo el liderazgo de Elí, el cual ya era muy viejo y débil, que los filisteos trataron de capturar a los israelitas nuevamente. Los israelitas salieron a enfrentarse con los filisteos, y los filisteos los derrotaron. Al ver esto, algunos de los líderes dijeron: “Hemos sido derrotados porque el Señor no está con nosotros. Traigamos el arca del pacto del Señor, que está en Siló, para que nos acompañe y nos salve del poder de nuestros enemigos”. Así que fueron a Siló para sacar de allá el arca del pacto del Señor del lugar santísimo; y los dos hijos del sacerdote Elí, estaban a cargo del arca del pacto de Dios. Cuando ésta llegó al campamento, los israelitas empezaron a gritar de tal manera que la tierra temblaba.

Los filisteos oyeron el griterío y preguntaron: “¿A qué viene tanto alboroto en el campamento de los israelitas?” Y al oír que el arca del Señor había llegado al campamento, los filisteos se acobardaron y dijeron: “Dios ha entrado en el campamento. ¡Ay de nosotros, que nunca nos ha pasado algo así! ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos va a librar de las manos del Dios tan poderoso, que en el desierto hirió a los egipcios con toda clase de plagas?” Después dijeron: “¡Ánimo filisteos! Si no quieren llegar a ser esclavos de los israelitas, tal como ellos lo han sido de nosotros, ¡ármense de valor y luchen como hombres!” Entonces los filisteos se lanzaron al ataque y derrotaron a los israelitas. Además, se llevaron el arca de Dios a su propio campamento, y murieron Ofni y Finés, los dos hijos de Elí.

En el día de la batalla, Elí siendo un hombre anciano y ciego, estaba sentado a la entrada del santuario, pues su corazón le temblaba sólo de pensar en el arca de Dios. Cuando un soldado llegó a Siló, con la ropa hecha pedazos y la cabeza cubierta de polvo, como señal de pesar; le contó a todos lo que había sucedido, y todos se pusieron a gritar. Al escuchar el ruido, Elí preguntó: “¿A qué viene tanto alboroto?” El hombre corrió para darle la noticia: “Vengo del frente de batalla. Los israelitas han huido ante los filisteos; el ejército ha sufrido una derrota terrible. Además, tus dos hijos, Ofni y Finés, han muerto, y el arca de Dios ha sido capturada”. Solamente de oír mencionar el arca de Dios, Elí se fue de espaldas, cayéndose muerto. Y todo el pueblo de Israel se lamentó más por la pérdida del arca de Dios que por la victoria de los filisteos.

Los filisteos se llevaron al arca a Asdod, una de sus ciudades principales y la pusieron junto a la estatua de Dagón, el ídolo con cabeza de pez. Al día siguiente, cuando los habitantes se levantaron, vieron que la estatua de Dagón estaba tirada en el suelo, boca abajo, frente al arca del Señor. Así que la levantaron y la colocaron en su sitio. Pero al día siguiente cuando se levantaron, volvieron a encontrar la estatua tirada en el suelo, boca abajo, frente al arca del Señor. Tenía su cabeza y sus dos manos separadas del tronco.

Además de todo esto, la ciudad de Asdod que se había llevado el arca, fue azotada con tumores y llagas. Cuando vieron que era la mano del Dios de Israel, decidieron llevarla a la ciudad de Gat; pero a la gente de esa ciudad le pasó lo mismo. Entonces enviaron el arca de Dios a Ecrón pero, tan pronto como entró en la ciudad, sus habitantes dijeron: “No la queremos aquí. ¡Devuélvanla a donde pertenece, para que no nos mate a nosotros y a todos los nuestros!”

Los jefes de los filisteos decidieron mandar el arca de Dios a la tierra de Israel. Y así lo hicieron, pusieron el arca en una carreta y tomaron dos vacas con cría y las ataron a la carreta, pero encerraron los becerros en el establo para ver si las vacas regresaban por sus crías, o si se llevaban el arca. ¡Y las vacas se fueron mugiendo por todo el camino, directamente a Bet Semes, dejando atrás a sus crías! Siguieron esa ruta sin desviarse para ningún lado. Los habitantes de Bet Semes, que estaban en el valle cosechando el trigo, alzaron la vista y, al ver el arca, se llenaron de alegría. La carreta llegó hasta el campo donde había una gran piedra, y allí se detuvo. Entonces la gente del pueblo usó la madera de la carreta como leña, y ofreció las vacas en holocausto al Señor.

Algunos hombres de Bet Semes se atrevieron a mirar dentro del arca del Señor, y Dios los mató. Esto fue en contra del mandamiento de Dios, solamente los sacerdotes podían tocar el arca. El Señor mandó una plaga a esa ciudad, y con ella muchos murieron porque no trataron el arca de Dios con respeto. Llenos de miedo, mandaron a decirles a hombres de Quiriat Yearín que fueran a recoger el arca. Así lo hicieron y por veinte años un hombre llamado Abinadab de Quiriat Yearín la guardó en su casa. No pudieron llevarla de vuelta a Siló, porque después de la muerte de Elí, todos abandonaron esa región, y el santuario se convirtió en ruinas; nadie volvió a vivir allí.