Historias de la Biblia hebrea
EL ÚLTIMO JUEZ

Historia 52 – I Samuel 7:2-capítulo 17
Cuando se llevaron el arca de Dios, el santuario se convirtió en ruinas; en ese entonces Samuel era un niño. Se fue a la casa de su padre en Ramá en la zona montañosa como a seis kilómetros de Jerusalén; y allí se quedó por el resto de su vida.

Años después, cuando Samuel era un joven, no había un juez en Israel. Los filisteos estaban en poder y les quitaban sus cosechas, ganados y rebaños. A menudo pensaban en el arca del Señor que estaba en Quiriat Yearín. Y sin saber qué más hacer, buscaron el consejo del joven Samuel que se encontraba en la casa de su padre en Ramá. Samuel le era fiel a Dios, y Dios le hablaba tal como les había hablado a Abraham, Moisés y a Josué.

Cuando Samuel ya había crecido, comenzó a ir por todas las tribus dándoles la palabra de Dios diciéndoles: “Si ustedes desean volverse al Señor de todo corazón, desháganse de los dioses extranjeros y de las imágenes de Astarté y Baal. Dedíquense totalmente a servir sólo al Señor, y él los librará del poder de los filisteos”. Así que los israelitas echaron fuera a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté, y sirvieron sólo al Señor. Luego Samuel mandó a reunir a todo Israel en Mizpa, en las montañas de Benjamín, no muy lejos de Jerusalén. Allí, Samuel oró a Dios por el perdón de los pecados y por haber vuelto a adorar a ídolos. El pueblo confesó lo malo que había hecho y prometió solemnemente servir al Señor solamente.

Cuando los  filisteos del Mediterráneo se enteraron de que los israelitas se habían reunido, los jefes filisteos macharon contra Israel para interrumpirlos, porque tenían temor que estuvieran planeando cómo liberarse de ellos. Al darse cuenta de esto, los israelitas tuvieron miedo de los filisteos. Estos enemigos eran grandes hombres de guerra, con espadas y muchas armas, y estaban bien entrenados para pelear; mientras que los hombres de Israel no habían visto una guerra. Hacía veinte años que sus padres habían peleado contra los filisteos dos veces, y dos veces habían perdido. Los israelitas  ni tenían armas, ni estaban entrenados para pelear y, se sentían muy indefensos ante sus enemigos. Buscaron a Samuel como un niño busca a su padre y le dijeron: “No dejes de clamar al Señor por nosotros, para que nos salve del poder de los filisteos”. Samuel entonces tomó un cordero pequeño y lo ofreció en holocausto al Señor. Luego clamó al Señor en favor de Israel, y el Señor le respondió su oración.

Los filisteos avanzaron para atacar a Israel. Pero aquel día el Señor lanzó grandes truenos contra los filisteos. Esto no pasaba a menudo en la tierra y creó confusión entre ellos. Los israelitas persiguieron a los filisteos hasta que cayeron derrotados ante los israelitas. Y finalmente los filisteos perdieron poder sobre los israelitas. El lugar donde ganaron esta batalla fue el mismo en el que habían sido derrotados dos veces en el pasado, y de donde se habían llevado el arca de Dios como leímos en la historia anterior. En ese mismo lugar, Samuel tomó una piedra y dijo: “Este fue el lugar donde el Señor nos ayudó”, y lo llamó Ebenezer que significa, “El Señor que no ha dejado de ayudarnos”.

El Señor manifestó su poder sobre los filisteos. Éstos fueron dominados y no volvieron a invadir el territorio de Israel. Samuel siguió gobernando a Israel como juez sobre todas las tribus. Él fue el décimo quinto y el último de los jueces. Recorría la tierra y el pueblo acudía a él con sus discordias y problemas, ya que sabían que Samuel era un hombre bueno y justo. Luego regresaba a Ramá, donde vivía; y allí levantó un altar al Señor.

Samuel vivió por muchos años y gobernó con sabiduría y el pueblo le confiaba. Les enseñó cómo adorar a Dios y los ayudó a deshacerse de los ídolos que adoraban. Bajo su gobierno hubo paz en todas las tribus y sus enemigos ni se acercaban a ellos. Los filisteos aún eran un pueblo muy fuerte y tenían poder sobre unas tierras en Israel, pero no causaban problemas. A Samuel no le gustaban las guerras, como a Gedeón y a Jefté; Samuel era un hombre de paz, y aunque su gobierno era muy calmado, a la vez era muy fuerte.