Historias de la Biblia hebrea
SAÚL SALVA LOS OJOS DE LOS HOMBRES DE JABÉS

Historia 54 – I Samuel 11:1-12:25
Saúl era el rey de todas las doce tribus de Israel, pero no se comportaba como tal. Vivía en su casa y trabajaba con su padre en los campos como siempre lo había hecho.

Un día cuando Saúl estaba arando los campos con sus bueyes, vino un hombre corriendo a traerle una noticia triste. Le dijo que Najás rey de los amonitas, los cuales eran gente temida que vivían al este del desierto pasando el río Jordán, había ido contra Jabés de Galaad. La gente en esa ciudad era muy poca para pelear a los amonitas, así que dijeron: “Nos rendimos a ustedes si prometen no quitarnos la vida”. Y Najás, rey de los amonitas les dijo a los profetas de Jabés: “Vivirán ustedes, pero en siete días regresaré con mis soldados y les sacaré a cada uno de ustedes el ojo derecho”.

En esos tiempos, cuando una ciudad era capturada por su enemigo, estos actos crueles eran muy comunes. Muchas veces mataban sin compasión a niños y hombres por igual. Los hombres de Jabés mandaron este mensaje a Saúl tan pronto como pudieron, y le dijeron de la suerte tan terrible que corrían en manos del enemigo. Cuando Saúl escuchó la noticia, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder. Enfurecido, agarró dos bueyes y los descuartizó, y con los mensajeros envió los pedazos por todo el territorio de Israel con esta advertencia: “Así se hará con los bueyes de todo el que no salga para unirse a Saúl y Samuel”. El espíritu de obediencia llenó a todos los hombres y obedecieron a su rey. Un gran ejército se reunió en Bézec y Saúl mandó un mensaje a la gente de Jebés diciendo: “Mañana, cuando más calor haga, serán librados de los amonitas”.

Saúl y sus hombres marcharon rápidamente a las montañas de Benjamín y descendieron al valle del Jordán. Caminaron por la orilla del río y subieron a las montañas de Gilead. Al día siguiente, antes del amanecer invadieron el campamento de los amonitas, e hicieron una masacre. Los que sobrevivieron fueron dispersados, así que no quedaron dos hombres juntos.

En la historia anterior vimos cómo Saúl se convirtió en el rey y algunas personas no querían obedecerlo como líder. Y ahora que Saúl había ganado esa batalla, el pueblo dijo: “¿Quiénes son los que no querían que Saúl reinara sobre nosotros? Entréguenlos, que vamos a matarlos”. Pero Saúl intervino: “¡Nadie va a  morir hoy! En este día el Señor ha librado a Israel de sus enemigos”. Samuel estaba con Saúl y dijo: “¡Vengan! Vamos a Guilgal donde hace mucho tiempo Josué acampó cuando nuestros antepasados cruzaron el río Jordán. Restauremos el reino nuevamente”.

Llegaron a Guilgal y ofrecieron sacrificios al Señor y ahí adoraron. Samuel les entregó a Saúl como su rey para que gobernara sobre toda la tierra; después les dio la despedida: “Yo les he hecho caso en todo lo que me han pedido, y les he dado un rey que los gobierne. Ya tienen al rey que va a dirigirlos. En cuanto a mí, estoy viejo y lleno de canas; los he guiado a ustedes dese mi juventud hasta la fecha. Aquí estoy en la presencia del Señor y de su ungido. ¿A quién he defraudado? ¿A quién le he robado un buey o un asno? ¿Por quién me he dejado sobornar? Acúsenme, y pagaré lo que corresponda”. Ellos respondieron: “No nos has defraudado; tampoco nos has oprimido ni le has robado nada a nadie”. Samuel insistió: “¡Que el Señor y su ungido sean hoy testigos de que ustedes no me han hallado culpable de nada!” Y el pueblo respondió: “¡Que lo sean!”

Samuel también les recordó todo lo que Dios había hecho por su gente desde que los saco de Egipto. También cómo los había salvado de sus enemigos a través de los jueces. Y dijo: “El Señor ha puesto a un rey sobre ustedes. Si ustedes temen y sirven al Señor les irá bien; pero si lo desobedecen, Dios los castigará como lo hizo con sus padres”. Samuel invocó al Señor, y el Señor mandó truenos y lluvia. Todo el pueblo sintió un gran temor ante el Señor y ante Samuel, y le dijeron: “Ora al Señor tu Dios por nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedirle un rey”.

Samuel replicó: “aunque ustedes han cometido una gran maldad, no se aparten del Señor; si persisten en la maldad, tanto ustedes como su rey serán castigados. Yo seguiré enseñándoles el camino bueno y recto. Pero ustedes teman al Señor y sírvanle fielmente y de todo corazón y él los bendecirá”. Después de todo esto, Samuel se regresó a su casa en Ramá, y Saúl gobernó al pueblo desde la casa de su familia en Guibeá.