Historias de la Biblia hebrea
EL ÍDOLO EN EL TEMPLO DE DAN Y SU SACERDOTE

Historia 56 – I Samuel 15:1-35
Después de la gran victoria contra los filisteos, Saúl dirigió a sus hombres contra todos sus enemigos en toda la tierra. Echó a los moabitas de regreso a su propio país al este del Mar Muerto, y a los amonitas para el desierto pasando el Jordán. Peleó también contra los edomitas en el sur y el rey Zoba al norte. Y por un corto tiempo, la tierra de Israel se encontraba sin enemigo alguno.

En el sur de la tierra en el desierto, donde los israelitas habían peregrinado por cuarenta años, vivían los salvajes vagabundos: los amalecitas. Esta gente había tratado de dañar a Israel después que habían salido de Egipto y habían matado a muchos de ellos en lo que pasaban por el desierto. Y por esta razón Dios había dicho que Israel pelearía con los amalecitas hasta destruirlos.

Y había llegado la hora que la profecía de Dios se cumpliera, y Samuel le dijo a Saúl: “El Señor dice: – Ve a atacar a los amalecitas y destrúyelos por completo”. Así que Saúl llamó a sus hombres de guerra de todas las tribus, y marcharon al sur del desierto donde tiempo atrás, sus antepasados habían estado por cuarenta años. Entonces Saúl declaró guerra a los amalecitas y tomaron poder de la ciudad y la destruyeron. Sin embargo, Saúl no siguió las instrucciones de Dios. Capturó a Agag, rey de Amalec junto con mucha de su gente, y se quedó con las mejores ovejas y vacas para él.

Después la palabra del Señor vino a Samuel, diciendo: “Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl, pues se ha apartado de mí y no ha llevado a cabo mis instrucciones”. Samuel se pasó la noche clamando al Señor. Por la mañana siguiente, muy temprano, se levantó para ir a ver a Saúl. Y cuando Saúl vio a Samuel, le dijo: “¡Que el Señor te bendiga! He cumplido las instrucciones del Señor”. Y Samuel le dijo: “Si de verdad has obedecido el mandamiento de Dios y has terminado con los amalecitas y todas sus posesiones, ¿Qué significan esos balidos de oveja que me parece oír?” Y Saúl respondió: “Son las que nuestras tropas trajeron del país de Amalec. Dejaron con vida a las mejores ovejas y vacas para ofrecerlas al Señor tu Dios, pero todo lo demás lo destruimos”.

Lo que Saúl dijo fue una excusa para tapar lo malo que había hecho, quería cubrir el hecho que no había obedecido al Señor. Entonces Samuel dijo: “Voy a decirte lo que el Señor me dijo anoche. Aunque te creías poca cosa, ¿no fue el Señor quien te ungió como rey de Israel, y te envió a cumplir una misión? Él te dijo: – Ve y destruye a esos pecadores, los malecitas. Atácalos hasta acabar con ellos. ¿Por qué, entonces, no obedeciste al Señor? ¿Por qué te quedaste con bueyes y ovejas, y dejaste vivir a ciertas personas desobedeciendo la voz de Dios?” Pero Saúl insistió: “He cumplido la misión que él me encomendó, destruí a los amalecitas. Los soldados tomaron lo que no debían, pero para ofrecérselas al Señor tu Dios”.

Pero Samuel dijo: “¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocausto y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que el sacrificio en el altar. La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado como rey”.

Y Saúl vio el pecado que había cometido y dijo: “¡He pecado!, He quebrantado el mandato del Señor y tus instrucciones. Los soldados me intimidaron y les hice caso. Pero te ruego que perdones mi pecado, y que regreses conmigo para adorar al Señor”. Samuel respondió: “No voy a regresar contigo. Tú has rechazado la palabra del Señor, y él te ha rechazado como rey de Israel”. Cuando Samuel se dio vuelta para irse, Saúl le agarró el borde del manto, y se lo arrancó. Entonces Samuel dijo: “Hoy mismo el Señor ha arranado de tus manos el reino de Israel, y se lo ha entregado a otro más digno que tú. Y Dios no es como los hombres, no miente ni cambia de parecer, pues. Lo que Dios dice, eso mismo pasará”. Saúl le rogó tanto a Samuel que se quedara con él para que lo siguiera reconociendo ante el pueblo, que regresó con él, y Saúl adoró al Señor. Entonces Samuel se regresó a su casa en Ramá y nunca volvió a ver a Saúl. Pero Samuel hizo duelo por él porque había desobedecido al Señor, y el Señor lo había rechazado como rey.