Historias de la Biblia hebrea
SALOMÓN EN EL TRONO DE DAVID

Historia 70 – I Reyes 1:1-53
En los últimos años de su reinado, David acumuló gran tesoros de oro, plata, hierro y cobre para construir la casa del Señor en el monte Moria mejor conocida como: El Templo, el cual debería ser el más hermoso y lujoso en toda la tierra. David deseaba construir dicha casa como rey de Israel, más sin embargo, Dios le dijo: “Tú has sido un guerrero, has peleado muchas batallas y derramado mucha sangre. Mi casa será construida por un hombre de paz. Cuando tú mueras, tu hijo Salomón reinará en paz y construirá mi templo”. Así fue como David almacenó una gran cantidad de cosas preciosas, piedra y cedros para el templo. David le dijo a Salomón: “Dios ha prometido que habrá paz en tu reino, el Señor estará contigo y tú le construirás una casa donde Dios pueda vivir entre su gente”.

Sin embargo, David tenía otros hijos mayores que Salomón; uno de ellos llamado Adonías llevó a cabo un plan para nombrarse él mismo como rey. David ya era un hombre anciano y no tenía la energía de salir de su palacio para estar alrededor de su gente. Adonías habló con Joab, el general del ejército y con Abiatar, el sacerdote, y éstos le dieron su apoyo. Se reunieron en las afueras de la muralla para hacer una celebración y nombrar a Adonías el nuevo rey. Cuando David se enteró de esto, aunque tan viejo y débil, aún seguía siendo un hombre sabio; así que dijo: “Nombremos a Salomón el nuevo rey y así poner fin al plan de estos hombres”. Entonces David mandó que trajeran la mula que era exclusiva del rey, montaron a Salomón en ella, y con todos los funcionarios de la corte llevaron a Salomón al valle de Guijón al sur de la ciudad. Allí, el sacerdote Sadoc, llenó el cuerno del santuario con aceite, (este aceite santo se derramaba en la cabeza del sacerdote que empezaba su servicio al Señor­).  Sadoc derramó el aceite en la cabeza de Salomón y tocaron la trompeta, luego la gente gritó: “¡Viva el rey Salomón!”

En ese mismo momento, Adonías y todos sus invitados se encontraban cerca del valle y estaban por terminar su festejo para nombrar rey a Adonías, cuando de repente oyeron  las trompetas y los gritos de la gente. Y Joab preguntó: “¿Por qué habrá tanta bulla en la ciudad?” En ese instante llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar. Jonatán era uno de los dos jóvenes que le trajo noticias a David en el río Jordán. Entonces entró corriendo y les dijo a los que estaban celebrando: “Nuestro señor el rey David ha nombrado rey a Salomón. También el sacerdote lo ha ungido en Guijón.  Todos los funcionarios de la corte y los príncipes están con él, y desde allí han subido lanzando gritos de alegría diciendo: “¡Viva el rey Salomón!” Y David le ha mandado a Salomón este mensaje desde su cama: “¡Que el Señor haga tu nombre más grande que el mío! Bendito sea el Señor que hoy me ha concedido ver a mi propio hijo sentarse en mi trono”.   

Al oír eso, todos los invitados de Adonías se levantaron llenos de miedo y se dispersaron. Adonías, por temor a Salomón, se refugió en el santuario donde se agarró de los cuernos del altar esperando que Salomón le tuviera misericordia. Y Salomón dijo: “Si demuestras que eres un hombre de honor, no perderás ni un cabello de tu cabeza; pero si se te sorprende en alguna maldad, serás condenado a muerte”. Entonces Adonías se inclinó ante el rey Salomón, y prometió obedecerlo. Salomón le dijo: “Vete a tu casa”.

Poco después, David mandó a traer a Salomón, y desde su cama le dio más consejos por última vez. Finalmente, David murió después de haber reinado por cuarenta años: siete en la tribu de Judá en Hebrón, y treinta y tres en todo Israel en Jerusalén. Fue sepultado con honores en el monte Sión, y su tumba permaneció elevada por muchos años.