Historias de la Biblia hebrea
LA DIVISIÓN DE UN GRAN REINO

Historia 74 – I Reyes 12:1-24; 2 Crónicas 10:1-19
Una vez que el gran dominio del rey Salomón había terminado con su muerte, su hijo Roboán lo sucedió al reino. Todos los israelitas se juntaron como uno solo para reclamar de todas las cargas fuertes que Salomón les había puesto. No le permitieron a Roboán coronarse en Jerusalén, sino que lo hicieron ir a Siquén, en la tribu de Efraín al centro del país. El pueblo mandó a buscar a Jeroboán en Egipto para que se convirtiera en su líder. Le dijeron a Roboán: “Su padre nos impuso un yugo pesado. Alívienos usted ahora el duro trabajo y el pesado yugo que él nos echó encima; así serviremos a Su Majestad”. Y Roboán respondió: “Váyanse por ahora, pero vuelvan a verme dentro de tres días”.

Jeroboán y el pueblo esperaron por tres días para que Roboán consultara con los dirigentes y sus amigos. Roboán consultó con los ancianos que en vida de su padre Salomón habían estado a su servicio; y le preguntó: “¿Qué me aconsejan ustedes  que le responda a este pueblo con respecto al yugo pesado?” Y los ancianos le respondieron: “Si Su Majestad se une hoy al servicio de este pueblo, y condesciende con ellos y les responde con amabilidad, ellos le servirán para siempre. Dígales que les quitará el yugo pesado y que reinará la tierra con bondad”.

Pero Roboán rechazó el consejo que le dieron los ancianos, y consultó más bien con los jóvenes que se habían criado con él y que estaban a su servicio, los cuales no se preocupaban por la gente ni por sus problemas. Y Roboán les preguntó: “¿Ustedes qué me aconsejan? ¿Cómo debo responderle a este pueblo que me dice que los aliviane del yugo que tienen? ¿Qué les diré?” Aquellos jóvenes le contestaron: – Dígales: “Si mi padre les impuso un yugo muy pesado, ¡yo les aumentaré la carga! Y si él los castigaba con una vara, ¡yo lo haré con un látigo! Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre”.

Al tercer día, el rey Roboán se reunió con el pueblo para darles su respuesta. Y el joven rey tonto no siguió el consejo de los ancianos que conocían a la gente y sus necesidades. Hizo lo que los jóvenes rebeldes le dijeron que hiciera, así que el rey respondió con brusquedad: “Si mi padre les impuso un yugo pesado, ¡yo les aumentare la carga! Si él los castigaba a ustedes con una vara, ¡yo lo haré con un látigo! Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre”. De modo que los israelitas se enojaron mucho con el rey y dijeron: “¡Pueblo de Israel, todos a sus casas! ¡Y tú, David, ocúpate de los tuyos! ¿Qué parte tenemos con David? Alejémonos de la casa de David y escojamos nuestro propio rey”.

Así que en un día diez de las tribus de Israel se separaron para siempre del dominio del rey Roboán y de la casa de David. Nombraron como rey a Jeroboán de la tribu de Efraín. Su reino era toda la tierra del norte de Betel hasta Dan, y también todas las tribus al este del río Jordán.  Este reino era el más grande y se le llamó Israel, pero también se le llamaba el Reino de las Diez Tribus, y desde que la tribu de Efraín era la que los dirigía, también se le conocía como la Tierra de Efraín.

Cuando Roboán vio que había perdido su reino, quiso salvar su propia vida y huyó de Siquén. Subió a su carro y escapó a Jerusalén donde tenía amigos. Allí gobernó como rey sólo en la tribu de Judá, la cual abarcaba nada más desde Benjamín al sur de Betel. La tribu de Simeón había vivido en el sur de Judá, pero algunos de ellos se perdieron en Judá y los otros se perdieron por el desierto de Arabia, así que Simeón ya no era una tribu sola. Roboán gobernó sobre el país montañoso al oeste del mar Muerto, sin embargo, no tenía control de los filisteos que vivían por el Mediterráneo. A este reino se le llamó el Reino de Judá; Israel era tres veces más grande que Judá.

David había conquistado y Salomón no solamente gobernó la tierra de Israel, sino que la de Siria al norte de Israel, hacia el río Éufrates, la tierra de los amonitas al este del desierto, los moabitas al este del mar Muerto y Edom al sur. Cuando el reino se dividió, todo el imperio de Salomón se esparció. Siria formó su propio reino con Damasco como su ciudad principal. Los amonitas, moabitas y los edomitas, todos ellos tenían sus propios reyes; aunque los moabitas estaban por algún tiempo bajo el control de Israel, a lo igual que el rey de Edom estaba bajo el poder de Judá. Así que el gran imperio que David había construido, protegido por Salomón, se destruyó y se convirtió en seis estados con problemas.

Sin embargo, todo esto pasó a voluntad de Dios porque no quería que Israel se convirtiera en una gran nación, sino que se convirtiera en gente buena. Los israelitas estaban creciendo en riquezas y viviendo para el mundo, mientras que Dios quería que lo adoraran solamente a él. Pues cuando Roboán empezó a juntar a su ejército para conquistar a las diez tribus, Dios le mandó a un profeta que le dijo: – Así dice el Señor: “No vayan a luchar contra sus hermanos, los israelitas. Regresen cada uno a su casa, porque es mi voluntad que haya dos reinos”. Y ellos obedecieron la palabra del Señor y regresaron, tal como el Señor lo había ordenado. Y tuvieron su propio reino con su propio rey.