Historias de la Biblia hebrea
LO QUE ACAB PAGÓ POR SU VIÑA

Historia 80 – I Reyes 21:1-29
El rey Acab vivía en Samaria, la capital de su reino, pero también tenía un palacio en Jezrel, del cual se podía ver la gran llanura de Esdraelón. Un hombre llamado Nabot tenía un viñedo que colindaba con el palacio de Acab en Jezrel. Acab le interesaba mucho el viñedo, así que le dijo a Nabot: “Dame tu viñedo para hacerme una huerta para mis vegetales, ya que está tan cerca de mi palacio. A cambio de él te daré un viñedo mejor o, si lo prefieres, te pagaré lo que valga”.

Pero Nabot le respondió: “Este viñedo no puedo vendérselo a Su Majestad, pues lo heredé de mis antepasados”. Acab estaba deprimido y malhumorado por lo que había escuchado. Se fue a su casa y se acostó de cara a la pared, y no quiso comer. Su esposa Jezabel entró y le pregunto: “¿Por qué estás tan deprimido y no quieres comer?” Y Acab le contestó: “Porque le dije a Nabot que me vendiera su viñedo o que, si lo prefería, se lo cambiaría por otro; pero él dijo que no”.

Jezabel le dijo: “¿Y no eres tú quien manda en Israel? ¡Anda, levántate y come, que te hará bien! Yo te conseguiré el viñedo del tal Nabot”. De inmediato escribió cartas en nombre de Acab, puso en ellas el sello del rey. En las cartas decía: – Decreten un día de ayuno, y den a Nabot un lugar que llame la atención en la asamblea del pueblo. Pongan frente a él a dos sinvergüenzas y háganlos testificar que él ha maldecido tanto a Dios como al rey. Luego sáquenlo y mátenlo a pedradas”.

Como la gente temía a la reina Jezabel, hicieron tal como dijo. Hicieron una junta y le dieron a Nabot un lugar que llamara la atención en la asamblea. Llegaron los dos sinvergüenzas, y lo acusaron con mentiras ante el pueblo, diciendo que habían oído a Nabot maldecir a Dios y al rey. Luego la gente lo llevó fuera de la ciudad y lo mató a pedradas. Tan pronto como Jezabel se enteró de que Nabot había muerto, le dijo a Acab: “¡Vamos! Toma posesión del viñedo de Nabot en Jezrel. Ya no vive; está muerto”.

Entonces Acab se fue en sus carros de  Samaria a Jezrel con dos de sus capitanes: Jehú y Bidcar. Ya iban llegando al viñedo de Nabot, cuando de repente se les apareció Elías con su vestidura de cuero. Acab se espantó de ver a Elías y gritó: “¡Mi enemigo! ¿Así que me has encontrado?” Elías le respondió: “Sí, te he encontrado porque te has vendido para hacer lo que ofende al Señor, quien dice: – ¡En el mismo lugar donde los perros lamieron la sangre de Nabot, lamerán también tu propia sangre! Voy a enviarte una desgracia. Acabaré contigo, y de tus descendientes en Israel exterminaré hasta el último varón. Haré con tu familia lo mismo que hice con la de Jeroboán, que hizo pecar a Israel. En cuanto a tu esposa Jezabel, los perros se la comerán junto al muro de Jezrel”.

Cuando Acab escuchó las palabras de Elías, se dio cuenta lo perverso que había sido y se arrepintió por su pecado. Se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y ayunó pidiendo misericordia. Y la palabra del Señor llegó a Elías diciendo: “¿Has notado cómo Acab se ha humillado ante mí y cómo se arrepiente de su pecado? Por cuanto se ha humillado, no enviaré esta desgracia mientras él viva, sino que la enviaré a su familia durante el reinado de su hijo”.