Historias de la Biblia hebrea
UN NIÑO CORONADO COMO REY

Historia 93 – 2 Crónicas 21:1-24:27
Josafat, el rey de Judá fue un hombre bueno y un rey muy sabio. Sin embargo, cometió un error que le trajo consecuencias a su familia y a su reino. Casó a su hijo Jorán con Atalía, la hija de Acab y de la perversa Jezabel. Cuando Josafat murió, y Jorán tomó el trono de Judá, su esposa Atalía lo inclinó a la maldad como en la casa de Acab. Jorán mató a todos sus hermanos, hijos de Josafat para que no se interpusieran a lo que estaban haciendo. La reina Atalía puso ídolos por todo Jerusalén y en Judá, e impuso la adoración de ídolos.

El profeta Elías aún estaba viviendo en Israel cuando Jorán empezaba su reinado en Judá. Él le mandó una carta al rey Jorán con un mensaje del Señor; decía lo siguiente: “Así dice el Señor, Dios de tu antepasado David: – Por cuanto no seguiste el buen ejemplo de tu padre Josafat, sino que seguiste el mal ejemplo de los reyes de Israel, haciendo que los habitantes de Judá y de Jerusalén fueran infieles a Dios; y por cuanto asesinaste a tus hermanos, que eran mejores que tú, el Señor herirá con una plaga terrible a tu pueblo. Enviará una enfermedad tan grave que día tras día empeorará, y no podrán curarse.

Así, el reino de Jorán enfrentó serios problemas. Los edomitas del sur, los cuales habían estado bajo el control de Judá desde los días de David, se independizaron del rey Jorán y establecieron su propio reino. Los filisteos al oeste y los árabes del desierto, se rebelaron contra Jorán también. Invadieron su palacio y se llevaron todos los objetos de valor, mataron a todos sus hijos, ninguno de ellos escapó con vida, excepto el menor de todos. Después de esto, Jorán se enfermó con algo que era incurable; pasó años de sufrimiento y finalmente murió en medio de una terrible agonía. Su reino de ocho años había sido tan perverso que ni se entristecieron por su  muerte, murió sin que nadie guardara luto por él, y fue sepultado en el panteón de los reyes.

Después de la muerte de Jorán, su hijo menor Ocozías tomó el trono. Su madre era la malvada de Atalía, la hija de Jezabel. Ocozías reinó sólo por un año, porque en lo que estaba visitando su tío, el rey Jorán de Israel, Jehú lo mató. Durante este tiempo Jehú atacó la casa de Acab y mató a Jorán, hijo de Acab y Jezabel, viuda de Acab; y se puso como rey de Israel. Sin embargo, Jehú sepultó a Ocozías, pues dijo: “Es el hijo de Josafat, que buscó al Señor con todo su corazón”. Cuando Atalía madre de Ocozías vio que su hijo había muerto, toda la rabia de su madre Jezabel se apoderó de su corazón, y tomó medidas para eliminar a toda la familia de David y mató a todos los príncipes. Y se nombró ella misma reina de toda la tierra de Judá. Cerró el templo del Señor y construyó un templo para Baal. Durante seis años reinó al pueblo de Judá haciendo cosas perversas.

Cuando Atalía se encontraba eliminando a la familia real, un hijo de Ocozías se encontraba vivo, su nombre era Joás. Joás  tenía tan sólo un año cuando su abuela, Atalía tomó el trono. La  tía del niño, hermana de Ocozías y esposa del sacerdote Joyadá, lo escondió en el templo del Señor para salvarlo del odio de la reina Atalía. Allí permaneció por seis años en lo que Joyadá lo estaba preparando para el reino. Y después de siete años, el sacerdote Joyadá se armó de valor y sacó al pequeño Joás de su escondite. Luego lo llevó ante el pueblo y ante los dirigentes en el templo, y sacaron al hijo del rey, le pusieron la corona y lo proclamaron rey, todos gritaron: “¡Viva el rey! ¡Viva el rey!”

La reina Atalía escuchó la gritería del pueblo que corría y aclamaba al rey, fue al templo del Señor, allí vio al niño rey con la corona en su cabeza, junto a la columna de la entrada, y a los capitanes a su lado. La gente gritaba: “¡Viva el rey!” Después de haber visto todo esto, se enfureció y mandó traer a sus criados y sus soldados para que pusieran fin a la celebración; quería que le trajeran al pequeño rey. Pero nadie le hizo caso a sus órdenes, pues todos estaban hartos de su crueldad y deseaban tener un rey de la familia de David.

Luego Joyadá dio esta orden a los soldados: “¡Saquen a esta mujer del templo del Señor! ¡Su sangre no tocará  la casa santa!” Así que la apresaron, la llevaron al palacio y allí la mataron. Joyadá hizo un pacto con toda la gente de servir fielmente al Señor. Entonces toda la gente fue al templo de Baal y lo derribó, también destruyeron los altares y los ídolos. Santificaron el templo una vez más y pusieron todo en orden, y después ofrecieron holocaustos y así comenzaron los cultos de adoración diarios. Toda la gente estaba feliz de tener un descendiente de David en el trono de Judá.

Mientras el sacerdote Joyadá vivió, Joás hizo lo que agradaba al Señor. Joás ya había crecido, y quería renovar el templo del Señor porque ya hacía muchos años desde que Salomón lo había construido. Estaba muy descuidado y estaba decayéndose, especialmente porque la reina Atalía y sus hombres habían tirado algunas de las paredes del templo y se habían llevado el oro y la plata para usarlo en el culto a Baal.

Joás le dijo a los sacerdotes y levitas que servían en el templo, que fueran por las ciudades de Judá a recoger dinero para la reparación del templo. Sin embargo, los sacerdotes y levitas fueron negligentes, entonces el rey pensó en otro plan para reunir el dinero que se necesitaba. El rey ordenó que se hiciera un cofre con un hoyo en la tapa para que allí pusieran el dinero, y que se colocara afuera, junto a la puerta del templo del Señor. De esa manera toda la gente podría verlo cuando fueran al templo a adorar. Luego mandó que se pregonara por Judá y Jerusalén que, cuando los príncipes y el pueblo fueran al templo, trajeran su ofrenda de dinero. Todo el pueblo y los jefes llevaron alegremente sus contribuciones porque querían embellecer la casa de Dios. Y en poco tiempo, el cofre estaba lleno de oro y plata; después los oficiales lo vaciaban y ponían el dinero en bolsas  guardándolas en un lugar seguro. Llenaron el cofre varias veces hasta que había dinero en abundancia para el pago de todo el trabajo necesario para el templo y para los ornamentos de oro y plata.

El buen sacerdote Joyadá murió ya anciano, y Joás no tenía quién lo guardara en línea. Los príncipes de la tierra amaban la adoración a ídolos y no servían al Señor. Ellos influenciaron a Joás a caminos malos, lo cual fue muy triste porque había sido tan fiel al Señor cuando Joyadá aún vivía. Dios no estaba complacido de ver que Joás se alejaba de él, y el Señor permitió que los sirios del norte llegaran a la tierra. Robaron las ciudades y Joás se quedó enfermo y en la pobreza. Después de la venida de los sirios, el siervo de Joás lo mató y puso a su hijo Amasías en el trono.