Jesucristo – su vida y enseñanzas
“¡SILENCIO, CÁLMENSE!”
Historia 16 – Mateo 8:18-34; Marcos 4:35-5:21; Lucas 8:22-40
Al atardecer, después de haber enseñado todo el día en el lago y en la casa, Jesús vio cómo las multitudes aún estaban con él. No tenía tiempo para descansar, y dijo: “Crucemos al otro lado del lago”. Así que se fueron con Jesús en la barca y remaron para cruzar el mar de Galilea; aunque otras barcas pequeñas lo siguieron, pues todos querían ir con Jesús.
Pronto se desató una tormenta feroz y olas violentas entraban en la barca, la cual empezó a llenarse de agua. Jesús estaba dormido en la parte posterior de la barca, con la cabeza recostada en una almohada. Los discípulos con pavor de la tormenta lo despertaron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?” Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y dijo a las olas: “¡Silencio! ¡Cálmense!” De repente, el viento se detuvo y hubo una gran calma. Luego él les preguntó: “¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tiene fe?” Los discípulos estaban completamente aterrados y se dijeron entre sí: “¿Quién es este hombre? ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!”
Entonces llegaron al otro lado del lago a la parte este, la cual en algunas veces se le llama, el país de los gerasenos, por la gente que vivía en la ciudad de Gerada; esta ciudad no estaba muy lejos; a esa zona se le conocía como las Diez Ciudades. Cuando Jesús bajó de la barca, un hombre poseído por un espíritu maligno salió del cementerio a su encuentro. Este hombre no vivía en una casa, sino que entre las cuevas y dormía en el cementerio. Andaba desnudo y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas.
Cuando Jesús todavía estaba a cierta distancia, el hombre lo vio, corrió a su encuentro y se inclinó delante de él. Jesús vio el sufrimiento de este hombre y le habló al espíritu maligno: “Espíritus malignos, ¡salgan de este hombre!” Y el espíritu del hombre, dando un alarido, gritó: “¿Por qué te entrometes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡En el nombre de Dios, te suplico que no me tortures!” Jesús dándose cuenta que este hombre estaba sufriendo más que otros que tienen espíritus malignos, le preguntó: “¿Cómo te llamas?” Y el espíritu le contestó: “Me llamo Legión, porque somos muchos los que estamos dentro de este hombre”. “Legión” era un nombre que se le daba a una armada; este hombre tenía una armada de espíritus malignos.
Y sucedió que había una gran manada de cerdos alimentándose en una ladera cercana. A los judíos no se les permitía tener cerdos ni comer de su carne; y el espíritu maligno le dijo a Jesús: “Si debemos salir de este hombre, envíanos a esos cerdos”. Entonces Jesús les dio permiso. Los espíritus malignos salieron del hombre y entraron en los cerdos, y toda la manada se lanzó al lago por el precipicio y se ahogó en el agua. Los hombres que cuidaban los cerdos huyeron a la ciudad cercana y sus alrededores, difundieron la noticia de cómo el hombre había sido curado, y cómo los cerdos se habían ahogado.
La gente salió corriendo para ver lo que había pasado. Pronto una multitud se juntó alrededor de Jesús, y todos vieron al hombre que había estado poseído por los espíritus. Se encontraba sentado allí, completamente vestido y en su sano juicio, y todos tuvieron miedo. Sin embargo, no les importó mucho lo que Jesús había hecho por el hombre, tan sólo pensaban que habían perdido a los cerdos, y le rogaron a Jesús que se fuera y los dejara en paz.
Jesús se alejó de la gente y mientras entraba en la barca, el hombre que había estado poseído por los demonios le suplicaba que le permitiera acompañarlo. Pero Jesús le dijo: “No. Ve a tu casa y a tu familia y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y lo misericordioso que ha sido contigo”. Así que el hombre salió a visitar las Diez Ciudades de esa región y comenzó a proclamar las grandes cosas que Jesús había hecho por él. Por lo tanto, Jesús entró de nuevo a la barca y regresó al otro lado del lago, y llegó a su propia ciudad, Capernaúm.