Jesucristo – su vida y enseñanzas
EL DÍA MÁS BRILLANTE DEL MUNDO
Historia 37 – Mateo 28:1-10; Marcos 16:1-13; Lucas 24:1-49; Juan 20:1-23
El domingo por la mañana, dos días después del entierro de Jesús, algunas de las mujeres fueron a visitar la tumba muy temprano justo al amanecer. Eran María Magdalena, la otra María y Salomé; llevaban especias para Jesús. En el camino, se preguntaron unas a otras: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada de la tumba?”, pero cuando llegaron, se fijaron y vieron que la piedra, que era muy grande, ya estaba corrida. Los soldados que habían vigilado la tumba, ya se habían ido.
Allí ante ellas, estaba la tumba de Jesús abierta. Ellas no sabían que el cuerpo de Jesús no estaba allí. Cuando entraron en la tumba, dos hombres vestidos con un manto blanco, y rostro que brillaba como un ángel, allí estaban sentados a cada lado de la tumba. Las mujeres estaban asustadas, pero el ángel les dijo: “No se alarmen. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. ¡No está aquí! ¡Ha resucitado! Miren, aquí es donde pusieron su cuerpo. Ahora vayan y cuéntenles a sus discípulos, incluyendo Pedro, que Jesús va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, tal como les dijo antes de morir”.
Las mujeres se fueron a toda prisa. Estaban asustadas pero a la vez llenas de gran alegría, y se apresuraron para dar el mensaje del ángel a los discípulos. Pero antes de irse, las mujeres estaban en la tumba escuchando a los ángeles, cuando María Magdalena fue en busca de los discípulos para decirles que Jesús no estaba en la tumba; ella no sabía que Jesús había resucitado, pues salió sin escuchar lo que el ángel les estaba diciendo. Cuando encontró a Pedro y a Juan les dijo: “¡Sacaron de la tumba el cuerpo del Señor, y no sabemos dónde lo pusieron!”. Pedro y Juan se dirigieron a la tumba. Ambos iban corriendo, pero Juan corrió más aprisa que Pedro y llegó primero a la tumba; quizá porque Juan era más joven. Se agachó a mirar adentro y vio los lienzos de lino apoyados ahí, pero no entró. Luego llegó Pedro y entró en la tumba. Él también notó los lienzos de lino allí, pero el lienzo que había cubierto la cabeza de Jesús estaba doblado y colocado aparte de las otras tiras. Y en ese momento Juan recordó: “¡Jesús ha resucitado de los muertos!” Pero no había visto el ángel ni había oído sus palabras. Pero ahí mismo, Juan creyó que Jesús estaba vivo. Pedro y Juan se marcharon pensando en todas las cosas extrañas que habían visto. Más tarde, María Magdalena regresó a la tumba y no encontró a nadie, pues las otras mujeres y los discípulos ya se habían ido. María Magdalena no había oído lo que el ángel les dijo a las otras mujeres, así que ella aún no sabía que Jesús había resucitado.
María se encontraba llorando pensando cómo habían asesinado a su Señor tan cruelmente y ni tan siquiera lo habían dejado descansar en paz en su tumba. Entró en la tumba y allí vio a dos ángeles vestidos con vestiduras blancas brillantes, uno sentado a la cabecera y el otro a los pies, en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús. Eran los dos ángeles que las otras mujeres habían visto, pero ella no lo sabía. Uno de ellos le preguntó: “Apreciada mujer, ¿por qué lloras? Ella contestó: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto”. Algo le hizo que se diera la vuelta para irse y vio a alguien que estaba de pie allí. ¡Era Jesús!, pero ella no lo reconoció. Y le dijo: “Apreciada mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?” Ella pensó que era el jardinero y le dijo: “Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo puso, y yo iré a buscarlo”. El hombre dijo su nombre: “¡María!”, y en ese momento ella sabía que era Jesús, vivo. Se volteó, cayó a sus pies y quería tocarlo, y exclamó: “¡Mi Maestro!” Pero Jesús le dijo: “No te aferres a mí, porque todavía no he subido al Padre; pero ve a buscar a mis hermanos y diles que voy a subir a mi Padre y al Padre de ustedes, a mi Dios y al Dios de ustedes”. Y María Magdalena encontró a los discípulos y les dijo que había visto al Señor y les dio el mensaje de Jesús. Esta fue la primera vez que alguien había visto a Jesús después de ser resucitado de los muertos.
Si recuerdas, las otras mujeres, Salomé, la otra María y las demás no habían visto al Cristo resucitado, pero habían visto al ángel quien les dijo que Jesús había resucitado y que encontraría a sus discípulos en Galilea. Entraron a la ciudad para buscar a los discípulos, cuando de repente el mismo Jesús se les apareció y las saludó. Ellas corrieron hasta él, abrazaron sus pies y lo adoraron; y Jesús les dijo como le había dicho a María Magdalena momentos antes: “¡No teman! Digan a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”. Y esta era la segunda vez que Jesús se les apareció vivo en el día que resucitó.
Ese mismo día, dos de los seguidores de Jesús iban rumbo al pueblo de Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Al ir caminando, hablaban acerca de las cosas que habían sucedido. Mientras conversaban y hablaban, de pronto vieron un desconocido que caminaba con ellos. ¡Era Jesús!, su Señor resucitado, pero se les impidió que lo reconocieran. El desconocido les dijo: “¿De qué vienen discutiendo tan profundamente que los tiene tan tristes?” Uno de ellos, llamado Cleofas, contestó: “Tú debes de ser la única persona en Jerusalén que no oyó acerca de las cosas que han sucedido allí en los últimos días”.
Y Jesús preguntó: “¿Qué cosas?” Ellos dijeron: “Las cosas que le sucedieron a Jesús, el hombre de Nazaret. Era un profeta que hizo milagros poderosos y también era un gran maestro a los ojos de Dios y de todo el pueblo. Sin embargo, los principales sacerdotes y otros líderes religiosos lo entregaron para que fuera condenado a muerte, y lo crucificaron. Nosotros teníamos la esperanza de que fuera el Mesías que había venido para rescatar a Israel. Todo esto sucedió hace tres días. No obstante, algunas mujeres de nuestro grupo de seguidores fueron a su tumba esta mañana temprano y regresaron con noticias increíbles. Dijeron que el cuerpo había desaparecido y que habían visto ángeles, quienes les dijeron ¡que Jesús está vivo! Algunos de nuestros hombres corrieron para averiguarlo y efectivamente el cuerpo no estaba allí, tal como las mujeres habían dicho; pero ellos no lo vieron”.
Y Jesús les dijo: “¡Qué necios son! Les cuesta tanto creer todo lo que los profetas escribieron. ¿Acaso no dice claramente que el Mesías tendría que sufrir todas esas cosas antes de entrar en su gloria?” Entonces los guió por los escritos de Moisés y de todos los profetas explicándoles lo que las Escrituras decían acerca de él mismo. Para entonces ya estaban por llegar a la aldea donde iban, y Jesús hizo como que iba a seguir adelante, pero ellos le suplicaron: “¡Quédate con nosotros esta noche, ya que se está haciendo tarde!”.
Entonces los acompañó a la casa. Al sentarse a comer, tomó el pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a ellos. De repente, se les abrieron los ojos y reconocieron a su Señor. Y, en ese instante, Jesús desapareció. Entonces se dijeron el uno al otro: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció en ese día. Se regresaron de inmediato a Jerusalén y allí encontraron a diez de los discípulos reunidos y decían: “¡El Señor ha resucitado de verdad! Se le apareció a Pedro”. No se sabe lo que Jesús le dijo a Pedro, pero esta fue la cuarta vez que se aparecía a alguien en el día de su resurrección.
Esa noche, diez de los discípulos estaban en un cuarto reunidos junto con otros seguidores, y tenían la puerta cerrada. De repente, el mismo Jesús apareció de pie en medio de ellos. Y les dijo: “La paz sea con ustedes”. Algunos de ellos se alarmaron cuando lo vieron; ¡pensaron que veían un fantasma! Jesús les preguntó: “¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen el corazón lleno de dudas? Miren mis manos. Miren mis pies. Pueden ver que de verdad soy yo. Tóquenme y asegúrense de que no soy un fantasma, pues los fantasmas no tienen cuerpo, como ven que yo tengo”. Mientras les hablaba, les mostraba sus manos y sus pies.
Aun así, ellos seguían sin creer, llenos de alegría y asombro. Entonces les preguntó: “¿Tienen aquí algo para comer?”. Y le dieron un pedazo de pescado asado, y él lo comió mientras ellos miraban. Entonces les dijo: “Cuando estaba con ustedes antes, les dije que tenía que cumplirse todo lo escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos. Efectivamente, se escribió hace mucho tiempo que el Mesías debería sufrir, morir y resucitar al tercer día. También se escribió que este mensaje se proclamaría con la autoridad en su nombre. Ahora enviaré lo prometido de mi Padre; pero quédense aquí en la ciudad hasta después que yo me vaya, hasta que sean llenos del poder del cielo”.
Entonces cuando los discípulos se dieron cuenta que realmente era el Señor resucitado de los muertos, estaban muy felices. Y Jesús les dijo nuevamente: “La paz sea con ustedes; así como mi Padre me ha enviado, así yo los envío. ¡Que el Espíritu de Dios venga sobre ustedes!”. Esa fue la quinta vez que Jesús se apareció en ese día. Ese domingo fue el más brillante de todo el mundo, porque en tal día Jesús resucitó de los muertos. Y ese domingo cada año es conocido como, Domingo de Pascua.